PAPA FRANCISCO JMJ2023 "Cristiano es invitar, acoger, ayudar, pero sin proselitismo"

 

Francisco: Por favor, no conviertan a la Iglesia en una aduana

Al cierre de su primer día del Viaje Apostólico a Portugal en el marco de la JMJ Lisboa 2023, el Papa presidió las vísperas con los sacerdotes, obispos, diáconos, seminaristas, consagrados, consagradas y agentes de pastoral. El Pontífice pronunció un amplio discurso en español instando a todos a echar las redes, navegar mar adentro, sin proselitismo, con amor e incluyendo a todos.

Sebastián Sansón Ferrari – Vatican News

El Papa Francisco está feliz de compartir el camino eclesial con los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, consagrados, consagradas y agentes de pastoral, con sus cansancios y esperanzas. Lo reconoció el mismo Santo Padre en su homilía, pronunciada en español, este miércoles 2 de agosto en el rezo de las vísperas, celebrado en el Monasterio de los Jerónimos, en Lisboa.

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En la segunda actividad pública de su 42º viaje apostólico en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud, el Papa agradeció las palabras de Monseñor José Ornelas Carvalho, obispo de Leiria-Fátima y presidente de la Conferencia Episcopal Portuguesa, y manifestó su deseo de rezar con ellos para que, como dijo el Prelado, “podamos ser, junto con los jóvenes, audaces en abrazar el sueño de Dios y encontrar caminos para una participación alegre, generosa y transformadora, para la Iglesia y la humanidad”.


En su frondoso discurso, el Pontífice destacó la belleza del país, al que describió como una tierra de paso entre el pasado y el futuro, lugar de antiguas tradiciones y de grandes cambios, adornado por valles exuberantes y playas doradas que se asoman a la hermosura sin límites del océano, que bordea Portugal.

“Esto me evoca el entorno de la llamada de Jesús a los primeros discípulos, a orillas del mar de Galilea”, dijo el Papa y se detuvo en la llamada, que pone de manifiesto lo que se escuchó en la Lectura breve de Vísperas: el Señor nos ha salvado y nos ha llamado no por nuestras obras, sino por su gracia (cf. 2 Tm 1,9).

El Santo Padre hizo notar un contraste: por una parte, los pescadores bajan de la barca para lavar las redes, es decir, para limpiarlas, conservarlas bien y volver a casa; por otra parte, Jesús sube a la barca e invita a echar de nuevo las redes para la pesca. Resaltan las diferencias: los discípulos bajan, Jesús sube; ellos quieren guardar las redes, Él quiere que se echen nuevamente al mar para la pesca.

Monseñor José Ornelas Carvalho, obispo de Leiria-Fátima y presidente de la Conferencia Episcopal Portuguesa, pronunció las palabras de bienvenida al Papa. (Vatican Media)
Monseñor José Ornelas Carvalho, obispo de Leiria-Fátima y presidente de la Conferencia Episcopal Portuguesa, pronunció las palabras de bienvenida al Papa. (Vatican Media)

Los cansancios, las redes vacías y la importancia de recomenzar

Partiendo de los pescadores que bajan de la barca para lavar las redes, Francisco subrayó que a Cristo lo que le interesa es llevar la cercanía de Dios precisamente a los lugares y las situaciones donde las personas viven, luchan, esperan, a veces teniendo entre las manos fracasos y frustraciones, justamente como esos pescadores que durante la noche no habían sacado nada. “Jesús mira con ternura a Simón y a sus compañeros que, cansados y amargados, lavan sus redes, realizando un gesto repetitivo, pero también lleno de fatiga y resignación: no quedaba más que volver a casa con las manos vacías”, añadió.

El Obispo de Roma reconoció que, a veces, en el camino eclesial, podemos experimentar un cansancio similar, cuando nos parece que entre las manos solo tenemos redes vacías. Lo considera un sentimiento bastante difundido en los países de antigua tradición cristiana, afectados por muchos cambios sociales y culturales, y cada vez más marcados por el secularismo, por la indiferencia hacia Dios y por un creciente distanciamiento de la práctica de la fe.

Revisa los momentos más significativos de la celebración

“Y esto a menudo se acentúa, prosiguió, por la desilusión y la rabia que algunos alimentan en relación a la Iglesia, en algunos casos por nuestro mal testimonio y por los escándalos que han desfigurado su rostro, y que llaman a una purificación humilde y constante, partiendo del grito de dolor de las víctimas, que siempre han de ser acogidas y escuchadas”. Pero el Papa advirtió del riesgo de bajar de la barca y quedar atrapados en las redes de la resignación y del pesimismo.

Por eso, pidió confiar en que Jesús continúa tendiendo la mano y sosteniendo a su amada Esposa y llevar al Señor nuestras fatigas y nuestras lágrimas, para poder afrontar las situaciones pastorales y espirituales, dialogando entre nosotros con apertura de corazón para experimentar nuevos caminos a seguir.

Francisco alertó contra el desánimo: 

"Cuando estamos desanimados, consciente o no del todo consciente, nos 'jubilamos', nos 'jubilamos' del celo apostólico, y lo vamos perdiendo, y nos transformamos en “funcionarios de lo sagrado”. Y es muy triste cuando una persona que ha consagrado su vida a Dios se transforma en “funcionario”, en mero administrador de las cosas. Es muy triste".


“Este es el tiempo de gracia”

Continuando su análisis de la escena, Francisco acotó que, apenas los apóstoles bajan a lavar los instrumentos utilizados, Jesús sube a la barca y luego los invita a echar nuevamente las redes.

En el momento del desánimo, de la "jubilación", el Papa nos recordó la invitación a dejar que Jesús suba a la barca de nuevocon la ilusión del primer tiempo, esa ilusión que debe ser revivida, reconquistada, re-editada, admitiendo, sin embargo, que no es fácil.

“Él viene a buscarnos en nuestras soledades y en nuestras crisis para ayudarnos a recomenzar”, dijo, evidenciando la "espiritualidad del recomienzo". "No le tengan miedo. Así es la vida: caer y recomenzar, aburrirse y recibir de nuevo la alegría, recibir esa mano de Jesús", fue su llamamiento.

El Sucesor de Pedro afirmó que también hoy pasa por las orillas de la existencia para reavivar la esperanza y decirnos también a nosotros, como a Simón y a los otros: «Navega mar adentro, y echen las redes» (Lc 5,4).

Francisco aseguró que vivimos un tiempo difícil, pero el Señor hoy pregunta a esta Iglesia: “¿Quieres bajar de la barca y hundirte en la desilusión, o dejarme subir y permitir que sea una vez más la novedad de mi Palabra la que lleve el timón? ¿Te conformas solo con el pasado que tienes detrás o te atreves a echar nuevamente con entusiasmo las redes para la pesca?”.

El Señor nos pide reavivar la inquietud por el Evangelio, según el Santo Padre. Porque, "cuando uno se va acostumbrando y se va aburriendo y la misión se transforma en una especie de “empleo”, es el momento de dejar lugar a esa segunda llamada de Jesús, que nos llama de nuevo siempre. Nos llama para hacernos caminar, nos llama para rehacernos. No le tengan miedo a esa segunda llamada de Jesús. No es ilusión, es Él que vuelve a golpear la puerta".

“Y podemos decir que esta es la inquietud ‘buena’ que la inmensidad del océano les entrega a ustedes portugueses: ir más allá de la orilla, no para conquistar el mundo, sino para animarlo con la consolación y la alegría del Evangelio”.

La exhortación del Papa es a echar de nuevo las redes y abrazar al mundo con la esperanza del Evangelio: ¡a esto estamos llamados! Con voz enérgica, Francisco dejó claro que no es tiempo de detenerse ni rendirse, de amarrar la barca a tierra o de mirar atrás, que no se puede evadir este tiempo porque nos da miedo y refugiarnos en formas y estilos del pasado.

"No, este es el tiempo de gracia que el Señor nos da para aventurarnos en el mar de la evangelización y de la misión”, sentenció.


Recuperemos la ilusión 

Inspirado en el Evangelio, Francisco sugirió tres resoluciones a adoptar para aventurarnos en el mar de la evangelización. La primera es navegar mar adentro, para lo cual recomendó dejar la orilla de las desilusiones y del inmovilismo, tomar distancia de esa tristeza dulzona y de ese cinismo irónico que nos asaltan frente a las dificultades.

Bergoglio reivindicó la necesidad de superar la tentación de llevar adelante una “pastoral de la nostalgia y de los lamentos” y se tiene la valentía de navegar mar adentro, sin ideologías y sin mundanidad, animados por un único deseo: que el Evangelio llegue a todos.

Solicitó al clero "no ser pusilánimes", "recuperar la ilusión, pero en una segunda edición de la ilusión, la ilusión ya madura, la ilusión que viene de fracaso o aburrimiento" y confesó que "no es fácil recuperar la ilusión adulta".

También invitó a los consagrados a reflexionar sobre el modo de oración de cada uno de ellos, interpelándolos si es desde el corazón o "como un loro" y constató que hemos perdido la oración de adoración. 

No a la mundanidad espiritual ni al clericalismo

Luego, a partir de una anécdota de una religiosa que se pasaba quejando y las hermanas de su convento la bautizaron "Sor Lamentela" (por los lamentos), el Pontífice instó a pensar en las veces que las impotencias y desilusiones se transforman en "lamentelas" y, dejándolas, se toma otra vez la fuerza para navegar mar adentro y se tiene la valentía de hacerlo sin ideologías y sin mundanidad.

Fue la ocasión para relanzar una exhortación potente de su Pontificado contra la mundanidad espiritual y el clericalismo, al que calificó como "uno de los males más graves que puede suceder a la Iglesia". Y, en este sentido, aclaró que el clericalismo no es solo de los curas, sino también de los laicos clericalizados "que son peores que los curas", aseveró tajante.

Llevemos adelante juntos la pastoral

La segunda decisión que desarrolló fue la urgencia de incluir a todos en la apertura de perspectivas apostólicas. Una vez más, imploró "que la Iglesia no sea una aduana para seleccionar a quienes entran y no. Todos, cada uno con su vida a cuestas, con sus pecados, pero como está, delante de Dios; como está, delante de la vida… Todos. Todos. No pongamos aduanas a la Iglesia. Todos".

El Papa enfatizó que "la Iglesia es sinodal, es comunión, es ayuda recíproca, es camino común. A esto tiende el Sínodo en curso, que tendrá su primer momento asambleario en el próximo mes de octubre".

Esta inclusión a todos es, de acuerdo con el Obispo de Roma, un gran desafío, especialmente en los contextos en que los sacerdotes y los consagrados están cansados porque, mientras las exigencias pastorales aumentan, ellos son cada vez menos. Sin embargo, en esta situación, aconsejó implicar, con impulso fraterno y sana creatividad pastoral, a los laicos. En esa línea, pidió tener presente: 

"Jamás un obispo sin su presbiterio y el Pueblo de Dios; jamás un sacerdote sin sus compañeros; y todos unidos como Iglesia —sacerdotes, religiosas, religiosos y fieles laicos—, nunca sin los otros, nunca sin el mundo. Sin mundanidad, eso sí, pero no sin el mundo"

Sean pescadores de hombres

En el último concepto, Francisco se refirió a la misión de navegar en el mar del mundo, pero sin proselitismo, sino con amor. 

"Y una de las señales de algunos movimientos eclesiales que están andando mal es el proselitismo. Cuando un movimiento eclesial o una diócesis, o un obispo, o un cura, o una monja o un laico hace proselitismo, eso no es cristiano.


Cristiano es invitar, acoger, ayudar, pero sin proselitismo".

Vengan todos, después hablamos

Al final de su mensaje, el Papa incentivó a no tener miedo y echar las redes, a no vivir acusando "Esto es pecado" hasta que no es pecado, a venir todos, acoger a todos y después ver, "pero que sientan primero la invitación de Jesús y después viene el arrepentimiento, después viene esa cercanía de Jesús".

"Por favor, no conviertan a la Iglesia en una aduana", exclamó. "Acá se entra: los justos, los que están bien, los que están bien casados, todos. ¿Y ahí afuera todos los demás? No. La Iglesia no es eso. Justos y pecadores, buenos y malos, todos, todos, todos. Y después que el Señor nos ayude a arreglar ese asunto. Pero todos".

Francisco extendió su gratitud a los hermanos portugueses por la escucha, la constancia, el ejemplo escondido, "ese levantarse todos los días para empezar de nuevo o para continuar lo empezado". Y los encomendó a la Virgen de Fátima, a la custodia del ángel de Portugal y a la protección de sus grandes santos; especialmente, aquí en Lisboa, de san Antonio, apóstol incansable, predicador inspirado, discípulo del Evangelio atento a los males de la sociedad y él era lleno de compasión por los pobres.

"Que San Antonio interceda por ustedes y loes alcance la alegría de una nueva pesca milagrosa. Después me cuentan. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Gracias".


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