150 años compartiendo Vida
1 Junio 1864-2014:
Hoy vino
Betty. Sus botas altas y su short corto no llaman tanto la atención como su
mirada triste…Está cansada, ya no quiere seguir en la calle. Ayer un tipo se
quiso “pasar” en el hotel. Se defendió con un zapato. Los tacos altos pueden
cumplir varias funciones.
Ayer visitamos
a Karen en la parada. ¡En esa esquina hay tanto ruido! El tránsito es infernal,
frenadas, bocinas, arranques, todo es un ruido ensordecedor. Todavía llora la
muerte de su mamá. Ya pasaron 6 meses. Nosotras continuamos visitando a otras
mujeres, ella permanece esperando en la esquina. Al menos un abrazo ayudó a
enjuagar esas lágrimas.
María está
enferma. María está enferma, sola con su hijo, sin plata, lejos de su país y su
familia. Una compañera paisana “le da la vuelta” para ver si necesita algo o
prepararle la comida cuando ella no puede. Si empeora quiere volver a su país
¿Qué va a ser sola y enferma con su hijito?
Suena el
timbre y sabemos que es ella. Es Ada que está aprendiendo a leer y escribir. No
falta nunca. Ella sabe que este es su momento, lo sabe y lo está aprovechando
por eso viene aunque esté lloviendo. Este es su momento, el de iluminar su
rostro con una sonrisa.
Y las
historias continúan. Pero no son sólo casos o estadísticas. Son nombres
concretos, con sus rostros, historias, sueños y esperanzas. Son ellas, las
mujeres en quienes vemos la imagen de Jesús Redentor.
Cumplir 150
años de misión junto a la mujer en situación de prostitución es motivo de
alegría y esperanza. Celebrarlo nos lleva a afianzar el llamado que recibimos
de Dios a imitar sus acciones de amor y misericordia compartiendo la vida con
tantas mujeres.
Ya han pasado
150 años que el P. Serra invita a M. Antonia a recorrer las calles de Madrid
donde estaban las mujeres que ejercían
la prostitución. Juntos descubrieron que ellas, las mujeres, eran la
gracia de Dios que llegaba a sus vidas.
150 años
pasaron desde ese 01 de Junio de 1864 en que se abrieron las puertas de la
primera casa de Ciempozuelos, en España, dispuesta a recibir y compartir la
vida con mujeres que buscaban un futuro más justo y digno.
Hoy vino
Betty, visitamos a Karen y a María, nos alegramos con Ada y soñamos los sueños
de muchas mujeres que encontramos en las recorridas de trabajo de campo y que
nos visitan en los centros de día.
Diferentes
lenguas y culturas. Las mismas certezas en la misericordia de un Dios que vino
para que tengamos vida en abundancia.
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